Santiago Lorenzatti, en su paso por Agenda Aapresid mencionó cómo atentan las adversidades bióticas contra el rendimiento del cultivo, y cuáles son las medidas de protección imprescindibles en un manejo integrado.
¿Cuáles son las plagas que más afectan a la soja?
La magnitud de los daños potenciales varía según el momento en los que las plagas aparecen, afectando distintos componente del rendimiento. En la implantación, las orugas cortadoras y el bicho bolita disminuyen el stand de plantas. En lotes con alta cobertura o en sectores más húmedos, puede causar tal daño que obliguen a resembrar. En etapas iniciales, con alta presencia en esta campaña, está la isoca bolillera, que va cortando los diferentes brotes y cambiando la arquitectura de la planta. Avanzando más, toman relevancia las plagas tradicionales como las orugas defoliadoras, que atentan contra la maquinaria fotosintética, y el complejo de chinches, que afectan directamente al grano, restando rendimiento y calidad. En este año particular, ganan importancia plagas que suelen aparecer en condiciones ambientales de sequía y altas temperaturas como las arañuelas y los trips. ¿Y en cuánto a enfermedades? Hay dos momentos claves que son los principales ejes. En primer lugar tenemos el complejo damping off, que engloba no sólo patógenos, sino también condiciones ambientales y fisiológicas de la planta. Provoca daños al momento de la germinación e implantación, haciendo que muchas plántulas colapsen, disminuyendo el número de plantas. Más tarde, al inicio de la fase reproductiva, el protagonismo lo toman las enfermedades de fin de ciclo. Este complejo atenta contra el rendimiento y la calidad. ¿Cómo protegemos al cultivo? Según Lorenzatti, un sistema de producción diverso evita que se generen ambientes favorables para que una única especie actúe como maleza, plaga o enfermedad. La diversidad también se puede generar mediante la planificación de los factores culturales. Además de elegir distintas variedades con determinadas resistencias o tolerancias a una enfermedad o plaga, se pueden variar las fechas de siembra, densidad y distanciamiento entre hileras, para favorecer más al cultivo que a las adversidades bióticas y ubicar el período crítico de la soja en distintos momentos del verano. La base del manejo integrado es el conocimiento del sistema, no sólo de la ecofisiología del cultivo, sino también de la biología de la plaga y de las condiciones ambientales que influyen en esa relación. Por lo tanto, una herramienta fundamental para diagnosticar y tomar decisiones es el monitoreo. El monitoreo de plagas, comienza recorriendo el lote antes de que esté el cultivo, ya sea que se trate de un barbecho o un cultivo de servicio. Hay que registrar las especies se observan, para luego ver su evolución con el cultivo instalado. Mediante estaciones de muestreo, se utiliza el paño vertical para cuantificar isocas, ver su distribución en el lote y el daño asociado. Así, las decisiones de intervención se toman en caso que se supere el umbral de daño económico. En cuanto a enfermedades, hay que anticiparse a la aparición de signos o síntomas, ya que en ese momento es probable que el daño económico ya esté hecho. Si las condiciones ambientales son favorables para el patógeno, es probable que haya que hacer uso preventivo de funguicidas, como sucede en las enfermedades de fin de ciclo. Esta campaña en particular, con mucha menos disponibilidad hídrica, la situación es muy compleja. Los cultivos presentan una baja capacidad de resistir a enfermedades y plagas y a su vez aparecen las especies oportunistas que mejor se adaptan a esta situación, como trips y arañuelas. Pero mediante la diversificación se pueden cubrir diversos frentes y evitar mermas en rendimiento y calidad por parte de las adversidades abióticas.