José Luis Zorzín (Regional Aapresid Los Surgentes-Inriville) habló del panorama de gruesa en el sudeste de Córdoba y sur de Santa Fe, en zonas con napa y sin influencia de napa freática. El 70-80% de la zona abarcada por la Regional está muy complicada en cuanto a daños por la seca y golpes de calor. La peor parte se la llevan los campos sin napa.
Las mayores pérdidas se calculan para el maíz temprano. “En zonas sin napa estimamos unos 6-7 tn/ha, es decir pérdidas del 30-40% de productividad en relación al promedio”. En los lotes menos beneficiados, como algunos cercanos a Cruz Alta y Camilo Aldao, han cosechado 4 tn/ha, un 60-70% por debajo de los rindes medios.
Situación similar ocurre con la soja de segunda, donde, si bien todavía no está nada dicho, los resultados dependerán del agua recibida en las últimas semanas. En los peores casos esperan mermas del 60-70%, o incluso mayores.
Otro es el panorama de la soja de primera que, si bien ha sido castigada, las pérdidas menos catastróficas, entre un 30 y 40%. Esto se debe en parte a que en este cultivo se llegó a planificar estrategias defensivas, con siembras más tardías. De igual manera, en el maíz tardío el atraso de la fecha de siembra generó mejores condiciones y pérdidas no mayores al 10%.
Las plagas del año: arañuelas, trips y defoliadoras
Arañuelas y trips, plagas típicas de la seca acompañaron a la soja desde etapas tempranas, con lotes aplicados hasta dos y tres veces. Además, llamó la atención la frecuencia con la que aparecieron larvas de medidora (Rachiplusia nu) asociadas a cultivos con tecnología Intacta, algo que no venía ocurriendo en campañas anteriores. La oruga bolillera también dijo presente, requiriendo en algunos casos tratar una o dos veces.
En maíz tardío y de segunda se registraron ataques de gusano cogollero que debieron recurrir a aplicaciones porque “los eventos biotecnológicos no están pudiendo hacer la supresión que hacían años atrás”.
¿Qué aprendimos después de 2 años de Niña?
El atraso de la fecha de siembra fue el factor determinante para mitigar los efectos de la sequía y las temperaturas extremas. Luego, una menor densidad de siembra y adecuada fertilización nitrogenada complementaron para soportar mejor el estrés.
Zorzín insistió en aprovechar los pronósticos climáticos a largo plazo – cada vez más precisos – para ajustar la tecnología. “Se puede acortar muchísimo el margen de error midiendo agua a la siembra y considerando el pronóstico y los registros históricos a la hora de planificar el manejo y la secuencia de cultivos”.