Así lo afirma Alejandro Etchegorry, un productor y asesor cordobés que relata la importancia de incorporar tecnología en esquemas defensivos.
El incremento de la variabilidad climática viene potenciando la dependencia que la agricultura tiene del agua. Cada vez más, en vastas zonas del país, el éxito o el fracaso lo definen las lluvias. Alejandro Etchegorry produce sobre campo propio en San José de la Dormida y en una superficie alquilada en Santa Rosa de Río Primero, Córdoba. Además, asesora a un grupo CREA de Barrancas Yaco. Este es el universo de ambientes con los que este joven productor lidia cada campaña.
Etchegorry define al campo de San José de la Dormida como marginal “por lo climático, porque son tierras fértiles”, reconoce. “Si estamos por encima de los 600 o 700 milímetros de lluvia andamos bien. Pero hemos tenido años de grandes sequías. La campaña pasada fue brava”, detalla y especifica que “los campos arrendados en Río Primero son overos. Ahí solemos tener problemas de napa”.
“En soja tuvimos rendimientos de entre 30 y 35 qq/ha en el norte de Córdoba. En febrero faltó lluvia y eso definió la campaña. A 5 kilómetros entre un campo y otro hubo 75 milímetros de diferencia. Es mucho, sobre todo si te agarra en el período crítico”, especifica Etchegorry y describe que en la misma zona alcanzaron promedios generales de 80 qq/ha en maíz, con picos de 92 qq/ha en lotes sembrados con NS 7917 VT3P. Un híbrido que se sumó al AX 7822 HCL y AX 7784 VT3P, también de Nidera Semillas.
Mientras trabaja en confeccionar terrazas en respuesta a cierta pendiente que presenta el campo, el productor reconoce que no tiene ambientados los lotes y ese es su próximo desafío. “A partir de las terrazas la idea es embarcarnos en hacer agricultura de precisión, para lo que necesitamos incorporar la maquinaria adecuada”, dice y comenta que el servicio de vuelo con drones que ofrecen los representantes de la RED.IN de Nidera le ha sido de gran utilidad, permitiéndole tener otra mirada de los lotes.
Etchegorry siembra el 50% de la superficie con maíz y el otro con soja: “Solo podemos hacer cultivos de invierno cuando el año es llovedor. En las últimas campañas me viene pasando que no tenemos agua útil para hacer un trigo ni un garbanzo. En julio tuvimos una precipitación de 40 milímetros -nunca llueve en julio- pero prefiero acumular ese agua para la gruesa”.
“Tenemos que cuidar el agua milímetro por milímetro”, repite y asegura que el mal manejo hídrico les ha pasado factura. “Hemos sembrado trigo y nos hemos quedado cortos con la soja o los maíces. De 2008 a 2013, en años secos, pasamos la rotación a 60% de maíz y 40% de soja. Era más fácil sacar un rendimiento por encima de los costos en maíz que en soja. Hoy estamos 50 y 50”, detalla.
“Los productores por lo general vamos detrás de los problemas”, dice Etchegorry y acota que hay mucha tecnología por incorporar. “Se prioriza mucho el costo de un producto y a veces se pierde de vista la verdadera solución. En el caso de la fertilización, también hay mucho por hacer en el norte de Córdoba. Tenemos que aprender a tomar decisiones para planteos defensivos. Ahí también es clave no escatimar con los híbridos de maíz. En años difíciles, la genética de punta se destaca. A veces los productores le erramos no por falta de información, sino de decisión de inversión”, opina.