Desde el sudoeste bonaerense, Martin Marino (Regional Aapresid Guaminí-Carhué) elige mezclas de base alfalfa, consociada en su mayoría con pasto ovillo y festuca, que siembra en la primera quincena de marzo, para evitar heladas en los primeros estadios. “Sembramos sobre antecesor trigo o cebada, lo que asegura un lote limpio de malezas, que solo requiere algún pre emergente en pre siembra y un repaso en julio”, advierte Marino, quien aprovecha para destacar la profesionalización de la actividad en los últimos años: “pasó de estar en el fondo del campo y con los últimos recursos a tener un papel central en la rotación, sobre todo en campo propio y en manos de gente que la hace bien”.
La siembra
Para Berreta, la siembra en directa no se discute: “en esta zona semiárida, hacer las pasturas en siembra directa es clave para conservar la humedad y evitar la erosión eólica de suelos con 85% arena. En los sistemas mixtos, si trabajas con buena cobertura, no tenés el problema de endurecimiento superficial para poner la semilla de alfalfa”.
Marino elige la misma apuesta: “En el sudeste bonaerense, los vientos limitan bastante la humedad en el primer centímetro. La SD nos permite conservar la cobertura, achicando muchas limitantes y garantizando el éxito de la operación”
Por su parte, Mazzieri agrega: “pasamos con la sembradora dos veces, una primera pasada en sentido diagonal para sembrar las gramíneas de la mezcla – que permiten ser sembradas a mayor profundidad – , y una segunda para la alfalfa pasando por el eje principal del lote con una regulación más superficial. Este ‘trapezoide’ restringe las malezas”.
En 25 de Mayo, Jusit le saca a la sembradora la colita de castor y levanta las ruedas tapadoras: “Tratamos de que la semilla quede arriba con el surco apenas derrumbado, lo que facilita el nacimiento”. A su vez comentó que en todos los tubos de bajada siembran la mezcla de especies elegidas, mientras que Berretta pone la alfalfa en todos los tubos y las gramíneas tubo por medio.
La correcta nutrición
Esteban Ciarlo, Coordinador Técnico de FERTILIZAR AC, asegura que la correcta fertilización es fundamental no solo para mejorar la producción de materia seca y la disponibilidad de forraje, incrementando la productividad animal, sino que también contribuye a la sostenibilidad del sistema al aumentar la materia orgánica del suelo y mantener su fertilidad a largo plazo. “Además, una fertilización adecuada puede mejorar la calidad del forraje, aumentando su contenido de nutrientes y su digestibilidad”, agrega.
Para diseñar una correcta estrategia de nutrición desde el comienzo, el primer paso es el análisis de suelo para determinar nutrientes disponibles, deficiencias específicas que permitan diseñar un plan que contemple la oferta y las necesidades de las especies forrajeras.
El fertilizante, que se suele aplicar a la siembra por cuestiones operativas, se elige según los nutrientes a aplicar, lo que depende de los requerimientos de las especies. “Por ejemplo, las leguminosas como alfalfa pueden fijar el nitrógeno desde el aire, pero responden fuertemente a la fertilización fosforada. Gramíneas como raigrás, responden preferentemente a la fertilización nitrogenada, mostrando un aumento en la producción de biomasa y en la calidad del forraje”.
En cuanto a dosis, depende de los requerimientos de la especie: “para producir 1 tonelada de materia seca, la alfalfa precisa cerca de 400 kg de N, 300 kg de K y 40 kg de P”.
Ciarlo destaca la importancia de la re-fertilización frecuente: “debido a los altos niveles de extracción de nutrientes por las pasturas, si no se refertiliza en años posteriores se pierde potencialidad de producción forrajera, e incluso stand de plantas”.