Aunque se tiran muchos ‘desechos’ vegetales, se pueden aprovechar. Las lombrices son capaces de transformarlos y valorizarlos. Además de disminuir el material que llega a los rellenos sanitarios, mejoran el desarrollo de plantas en balcones, parques y plazas.
Por: Sebastán M. Tamashiro
(SLT-FAUBA) El manejo de residuos es un gran desafío a nivel mundial. En la Argentina, casi el 50% de lo que se tira en la basura es de origen orgánico y se podría reciclar. En este marco, un proyecto de investigación de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) busca, a través de la actividad de lombrices y microorganismos, transformar residuos vegetales en productos para remediar suelos degradados y mejorar el crecimiento de las plantas. Los domiciliarios y de verdulerías presentaron los mejores resultados.
“Cuando los residuos se acumulan, pueden provocar problemas ambientales. Favorecen la propagación de insectos y animales que transmiten enfermedades y también contaminan el aire, los suelos y los cuerpos de agua. Una alternativa son los rellenos sanitarios, sitios donde se compacta la basura y se la cubre para evitar riesgos para la salud y el ambiente. Sin embargo, se llenan cada vez más rápido y crear otros es muy costoso y complejo”, comentó Silvana Torri, docente de Química Inorgánica y Analítica de la FAUBA. ¿Qué podemos hacer?
Torri afirmó que la mitad de lo que generamos en nuestras casas y el 20% de lo que llega a los rellenos es material biológico de origen vegetal. “El proyecto de investigación que lidero busca transformar este tipo de residuos a través de métodos sencillos, con el objetivo de usarlos para mejorar las propiedades de suelos de plazas, parques o macetas y favorecer a las plantas que allí crecen”.
“El vermicompostaje es un proceso basado en la acción de microorganismos y lombrices que convierte el material orgánico en un producto rico en nutrientes. Requiere poco espacio, es sencillo de realizar, es un proceso rápido y concluye en un producto de alta calidad. Usamos el vermicompostaje para residuos generados en distintos ámbitos —de poda, de oficina, de verdulería y domiciliarios— y luego evaluamos su influencia en las propiedades de suelos degradados y en el desarrollo de diversas especies vegetales”, explicó Torri.
La docente destacó que los mejores resultados se obtuvieron con residuos domiciliarios y de verdulería. “Son materiales que las lombrices comen y digieren fácilmente. Por eso se multiplicaron muy rápido, casi un 500%. En 4 meses, tuvimos que llenar las composteras varias veces y logramos un producto que mejoró la actividad biológica del suelo —una medida vinculada a su capacidad de aportar nutrientes— y también el crecimiento y la germinación de las plantas del pasto raigrás, una especie forrajera muy importante”.
En este sentido, Silvana señaló que con este tipo de prácticas, las personas podrían reducir el volumen de residuos que generan en sus casas, y a su vez, mejorar los suelos de sus terrazas, jardines verticales y huertas. “También es posible pensar el vermicompostaje a escala municipal como para usar en plazas y parques. De todas maneras, hay que tener en cuenta varios aspectos”.
Ojotas
Silvana Torri contó que las lombrices requieren ciertas condiciones para crecer. Por ejemplo, necesitan humedad y oscuridad, y no todos los residuos son adecuados para ellas. “Los residuos leñosos de poda no presentaron humedad suficiente para que sobrevivan. El material era muy grueso y retenía poca agua. Posiblemente, si se fragmenta en pedazos más chicos y se mezcla con residuos de verdulería, se facilite el vermicompostado”.
Por su parte, los residuos de oficina eran sobre todo yerba, saquitos de té, borra de café y cáscara de fruta. En ellos, muy pocas lombrices sobrevivieron. “Pensamos en agregarles papel o cartón cortado muy fino para equilibrarlos. Además, hay que eliminar las sales que generan estos residuos porque son nocivas para las lombrices. Se puede lograr regándolos mientras se compostan”.
Asimismo, aclaró que el lombricompuesto requiere por lo menos tres meses para estar maduro, porque de lo contrario puede dañar a las plantas y semillas. “La materia orgánica tiene que estar estabilizada. Esto pasa luego de diversos cambios químicos y físicos. A nivel visual, los residuos se fragmentan hasta que ya no observamos sus partículas. Un mes después de ese momento podemos considerar estable ese material. Si no, se pueden liberar sustancias que perjudican el crecimiento de las especies vegetales o, incluso, les generan condiciones tóxicas. Las plantas tienen distinta sensibilidad, y un vermicompost no maduro puede resultar negativo para ciertas especies”.
Condiciones adecuadas la multiplicación
“Si bien en la gestión pública de residuos el vermicompost se usa en escalas pequeñas, se está empezando a difundir cada vez más. Somos varios grupos de investigación que abordamos el tema. Hay mucho para hacer en cada hogar, ya que es el primer eslabón de la cadena de generación de residuos. Seguiremos afinando la metodología y difundiendo los resultados”, indicó la docente.
Para cerrar, Torri remarcó que detrás de los resultados del proyecto hay muchas manos y disciplinas. “Desde la biología, Érica Pacheco Rudz y Ariel Aptekmann; desde la química, Ivanna Avram, desde lo ambiental, Nachi Van Oostveldt, Pedro Caffarello y Nadia Nusenovich y desde lo agronómico, Marcos Mc Cormick”.