Ante la coyuntura actual por la guerra ruso-ucraniana y las dificultades para las importaciones de fertilizantes, un desarrollo basado en microorganismos promete aportar una solución innovadora.
El fósforo es el segundo macronutriente en importancia en la agricultura nacional y mundial. Básicamente, donde se requiera energía debe haber fósforo. Un bajo suministro de este nutriente a los cultivos puede causar severos daños en el crecimiento vegetativo, en la expansión foliar y en los órganos reproductivos, afectando la iniciación y número de flores, así como la formación de semillas, por lo que repercute notablemente en el rendimiento. La fuente primaria del fósforo del suelo son los minerales originarios como la apatita. Sin embargo, al ser un elemento muy reactivo en el suelo, rápidamente pasa a formas más complejas que son de difícil absorción para las plantas, cobrando relevancia agronómica aquellas formas del fósforo que están en equilibrio con la solución del suelo. El pH es uno de los principales reguladores de las formas presentes en el suelo. Esta variable va a determinar que el fósforo del suelo esté disponible para las plantas o no, pues aun existiendo grandes depósitos del nutriente, no significa que todo pueda ser absorbido si no se dan las condiciones adecuadas para ello. Los requerimientos de los cultivos de este nutriente alcanzan valores de importancia por tonelada de materia seca pudiendo, por ejemplo, requerir 11 kilos promedio el girasol y 7 kilos promedio la soja. Con índices de cosecha que rondan el 80%, se hace necesario asegurar la disponibilidad y reposición del nutriente. De hecho, según los últimos datos de la organización Fertilizar, durante el último cuatrimestre de 2020 se utilizó el 47% de los fertilizantes fosfatados utilizados en la agricultura para suplir esta demanda. Desde la entidad destacaron que el 70% de fertilizante consumido, es decir, casi 4 millones de toneladas, son importadas. Ante el faltante de fertilizante a nivel global por el conflicto bélico desatado en Europa y ante las limitaciones propias de nuestro país para importarlo, buscar fuentes alternativas de fósforo es una idea cada vez más atractiva. En línea con esto, la doctora Gisela Santella, responsable de la unidad de BioProcesos y Fisiología Aplicada para América Latina de la empresa Novozymes, afirma que “se está transitando una nueva era de transformación en las prácticas agrícolas y se prioriza el cuidado de los suelos, la no contaminación y la reducción de productos químicos y tóxicos. En este sentido los productos biológicos son una herramienta fundamental porque utilizan microorganismos tomados del ambiente como principio activo para producir una respuesta beneficiosa en el cultivo. Los biológicos son, por definición, sustentables”. Y luego agrega: “la escasez de fertilizantes y sus altos precios genera que estemos frente a una oportunidad de crecimiento del mercado de biológicos como no se ha visto antes. En nuestro caso estamos trabajando en un producto solubilizador de fósforo de Nitragin para soja, del cual pronto tendrán novedades y ayudará al productor a superar sus expectativas de rendimiento, disponibilizando fuentes de fosfato que de otra forma no pueden ser absorbidas por el cultivo”. El fósforo tiene que estar dentro de los insumos utilizados para asegurar un mayor rendimiento y el futuro parece encontrar en los biológicos una solución también para este nutriente.