La inoculación de semillas y la fertilización con fósforo son prácticas generalizadas entre los productores de soja de Argentina, pero ese manejo aún es deficiente en vista de los resultados, según una encuesta realizada por Fertilizar Asociación Civil
Dentro de su Red de Estrategias de Fertilización, Fertilizar Asociación Civil, entidad cuyo objetivo es promover el uso responsable de la fertilización de cultivos, realizó una encuesta entre técnicos y referentes de nutrición de cultivos para relevar “cómo nutrimos los cultivos de soja en Argentina” de la cual se concluyó que “el manejo frecuente es un manejo ciego, en el cual el productor promedio simplemente decide fertilizar sin tener un objetivo de rendimiento ni cuál es la oferta de nutrientes del suelo”. Así lo advirtió el especialista en nutrición de cultivos, Martín Díaz Zorita, coordinador del Comité Técnico de la entidad, quien apuntó que la cuestión tiene su origen en la creencia entre los productores de que “la soja no necesita” del aporte de nutrientes. “Trabajan con dosis que no cubren los requerimientos del cultivo y hacen manejos que no se basan en la realidad de los suelos”. Díaz Zorita aseguró que “cuando se hace análisis de suelo, el 70% de los lotes que producen soja tiene nivel de fósforo por debajo de lo que necesita un cultivo normal”. Y agregó que “cuando se corrige con fósforo en forma eficiente, aumentan los rindes y la variabilidad de respuestas desaparece”. De esta forme se logran mejores rendimientos y mayor estabilidad productiva. “Es decir, que la nutrición hace a la consistencia del cultivo, porque permite que crezca en forma uniforme y transforme el agua y la luz, en rendimiento”. Por el contrario, “cuando no se fertiliza en un lote con limitaciones severas, la producción disminuye significativamente”. Para tener como guía indicó que “si el suelo tiene menos de 10 partes por millón (ppm) de fósforo sin duda hace falta fertilizar”, pero que las respuestas aparecen también en niveles de 17 ppm. Para ello indicó hacer análisis de suelo para “ordenar y reconocer la dosis y la respuesta” de la aplicación. Datos De la encuesta surgió que 98% de los lotes de soja reciben inoculante para la fijación biológica del nitrógeno (N). “Es decir, se reconoce que el N es la columna vertebral del cultivo y que la inoculación está muy difundida”, sin embargo, la práctica no se realiza en la forma adecuada: 80% hace el tratamiento en el mismo lote, al momento de sembrar y en muchos casos en la misma sembradora. “Así se pone en riesgo la calidad de la práctica”, afirmó Díaz Zorita. Entre las respuestas se dio un generalizado uso de fertilizantes fosfatados: 60% del área tiene aportes en dosis que varían en promedio desde 25 kilos (en campos del oeste) y 60 kg/ha (en el este) de fertilizante. “Pero se lo aplica sin relacionarlo con los ambientes y sin hacer análisis de suelo, ni pensando en la estabilidad del sistema”. Díaz Zorita enfatizó que en soja “la magnitud de respuesta a P puede explicar hasta 40% de pérdida de producción. Es decir que con el solo hecho de mover la dosis hacia arriba, vamos a ver mejoras significativas”. En este orden, citó un relevamiento de 14 sitios en la Pampa arenosa, “cuando se pasó de 40 kilos a 60 kilos de P se lograron 32 kilos de grano por kilo de fertilizante aplicado”. Como resumen el aporte de estas dos tecnologías inoculación y fertilización, Díaz Zorita sentenció que “la respuesta a la fertilización prácticamente se duplica si se inocula bien”. El sistema Díaz Zorita explicó que la aplicación de fósforo (P) refuerza el surgimiento de los nódulos de las raíces, a los que definió como “la fábrica de nitrógeno”. Por lo tanto, concluyó que “aplicar fósforo es nutrir adecuadamente al nitrógeno”, elemento al que llamó “la columna vertebral del cultivo soja”. “Haciendo ajustes en la fecha de siembra, el control de malezas y la nutrición, la práctica de inocular correctamente explica el 8% de los rendimientos de la soja”, dijo. Afirmó que “los cultivos son pantallas solares que capturan radiación y necesitan ser funcionales desde el inicio; ese inicio empieza con el P y la formación de nódulos”. Y concluyó que “las estrategias de fertilización son el puntapié de la nutrición de los cultivos y no deben verse en forma aislada, sino en forma integral. No se trata de inocular solamente o de fertilizar”. Las 3 E para un manejo adecuado de inoculantes Díaz Zorita compartió las claves para un manejo adecuado de la inoculación, a través de recomendaciones de la Mesa de Nutrición Biológica, que integra junto a los especialistas Fernandez Caniglia y Perticari: – Elegir un buen inoculante. Debe aportar una cantidad de bacterias suficiente sobre las semillas. Se recomienda seleccionar una formulación compatible con otros tratamientos y prácticas de manejo. – Ejecutar una buena aplicación del tratamiento de semillas: conservar la calidad original de las semillas y lograr una dosificación uniforme del tratamiento. – Establecer una buena condición de crecimiento del cultivo: mantener el vigor de la semilla y la viabilidad de las bacterias en ambientes ventilados. Realizar el tratamiento en condiciones favorables de humedad y temperatura para cuidar los microorganismos aplicados y promover una rápida emergencia de las plántulas.