“Siempre Vivo, Siempre Diverso” reza la idea fuerza del 29° Congreso Aapresid que este lunes abordó la visión global de la cadena del cultivo de algodón en nuestra Argentina, enterándonos acerca de la generación de nuevas variedades y como mejorarlas, lo que se hace en cada uno de los eslabones de la cadena productiva. Una propuesta muy interesante que, datos y experiencias mediante, nos llevó desde el lote hasta la prenda confeccionada.
En esta oportunidad ofrecieron sus conocimientos: Pablo Vaquero (Gensus), Alex Montenegro (INTA), Mariano Petruzela (INASE), Juan Erdmann (ASA), Martín Canteros (Asesor privado) y Juan José Bertolino (Pato Pampa)
Al abrir el juego, Pablo Vaquero, referente de la empresa Gensus (Genética Sustentable) que produce variedades de semillas de algodón certificadas con la aprobación regulatoria necesaria en Argentina, ubicó a nuestro país en el mercado global “con muchos años de retraso” respecto de Brasil, Estados Unidos o Australia, los top. En nuestro país no se llega a los 700 k/ha de promedio cuando en el resto del mundo el promedio excede los 800 k/ha y los top superan los 1600 kilos.
La diferencia tiene origen en el manejo de siembra, hasta llegar a la comercialización y todo lo relativo a la tecnología aplicada a la semilla. Así y todo “Argentina recorre un camino sólido de desarrollo y mejoras”, aclaró, en semilla, manejo, cosecha, desmote y comercialización.
El INTA ha lanzado tres nuevas variedades de semillas (después de más de diez años).
“Como cadena algodonera debemos trabajar en que haya tecnologías disponibles en germoplasmas, en desarrollo de nuevos eventos, coordinación permanente entre productores y técnicos para mejorar calidad y sustentabilidad, y llegar a una calidad de fibra que permita cumplir con los pedidos de la industria”, sintetizó Vaquero, dejando un largo y promisorio camino por delante.
Alex Montenegro, del INTA Roque Sáenz Peña (Chaco), diferenció los dos tipos de algodón que se usan para hilar y confeccionar una prenda. Una es llamada open end de la que se obtiene un tejido áspero, y con un hilo algo más grueso; la otra es ring spun que es más suave, para un tejido liso, denso y duradero. Esa diferencia es clave en la calidad de prenda que se pretenda confeccionar.
A partir de este conocimiento el INTA hace sus planes de mejoramiento genético según la demanda de la industria textil, “el algodón que no se puede hilar no sirve para nada”, asestó.
Con esa definición instó a producir algodón de la mejor calidad que sea posible y, como Pablo Vaquero, mira al futuro con optimismo sabiendo que se trabaja en ese sentido.
Desde el Instituto Nacional de la Semilla (INASE) Mariano Petruzela, Director de Fiscalización en el organismo, recordó que una de las premisas es “asegurar al productor la calidad de la semilla que adquiere y proteger la propiedad de las creaciones fitogenéticas”, tal como se expresa en la Ley de Semillas.
Para asegurar que todos los pasos exigidos se cumplen y dar certeza a toda la cadena se inicia con la declaración del lote (superficie a cultivar, origen de la semilla y lugar geográfico), luego se observa la trazabilidad (todo el movimiento de la producción), se hace un seguimiento del proceso industrial, y finalmente poder dar la autorización de venta de la semilla. Todo queda certificado con rótulo oficial.
El INASE también es responsable del monitoreo de variedades y otros pasos que hacen posible cumplir con los objetivos de la Ley de Semillas y le dan seguridad al productor.
Juan Erdmann, Gerente de Operaciones de la Asociación de Semilleros Argentinos, comentó que fruto de un trabajo conjunto con el INASE desarrollaron marcadores moleculares para eficientizar la determinación e identificación de las variedades con su genotipo y fenotipo.
“Eso permite tener garantizada la diferenciación y explorar las posibilidades en la cadena comercial”, con datos confiables para obtentores y productores. Este trabajo del INASE es pionero porque ninguno de los países líderes en producción tienen algo similar y, por caso, Brasil está gestando trabajar en conjunto con el INASE.
“Esto es un trabajo modelo de interacción público privada que trae innovación mediante una plataforma novedosa y ubica a Argentina como pionera en el registro de identificación de cambios en el registro de variedades de algodón. Trazabilidad, innovación y liderazgo son las tres condiciones que deben trabajarse en la cadena del algodón”, completó Erdmann.
Martín Canteros además de productor es asesor privado y puso foco en la variedad de semillas, lamentando tener un único proveedor, cuestión que los deja fuera de competencia con Brasil por no contar con muchas variedades. “Estamos bastante atrasados en biotecnología respecto de nuestros vecinos”, redondeó.
También observó que producción y la industrialización debieran congeniar más y que “para el productor hay cosas que no están claras en la comercialización”. Confió que las asociaciones de productores de Santa Fe y de Chaco van a impulsar los cambios necesarios.
Otra de las reservas que planteó Canteros fue cómo influirá el uso de la soja enlist en la producción algodonera.
Entre otras consideraciones valoró el protagonismo del algodón en las rotaciones, la necesidad de incorporar tecnología para optimizar la cosecha y evitar que el corto tiempo sea un impedimento.
Cantero remarcó la identidad algodonera del productor: “es un sentimiento más que un cultivo. Y pasa generacionalmente. Ahí es dónde vemos el cambio, porque con los hijos que regresan luego de sus estudios vamos a una producción más eficiente. El algodón tiene un futuro muy promisorio, más aún si superamos y corregimos lo que hay que corregir”.
La industria textil estuvo representada por Juanjo Bertolino, propietario de Pato Pampa y heredero de más de seis décadas de empresa familiar dedicada a la sastrería.
Primeramente dijo que con la pandemia aumentó el consumo de algodón porque se buscan prendas más cómodas, aunque tropiezan con problemas para conseguir hilados y tejidos, con demoras de hasta tres meses. Eso acarrea un problema en la producción y otro financiero porque deben pagar por adelantado.
“Al algodón argentino le falta calidad”, manifestó, pero es una buena noticia que desde la producción de hable de superación y abonó lo que se dijo acerca de unir todos los eslabones de la cadena para trabajar en conjunto. En tal sentido sugirió que se geste una producción de origen, como sucede con el vino y otras.
Destacó que “la industria textil genera mucha mano de obra, especialmente femenina” y observó la necesidad de agregar valor para optimizar el negocio. “Vemos que se exporta el algodón como materia prima y se importa luego con mucho valor agregado. Tenemos que tratar de revertir eso mejorando calidad y productividad, tratando de importar lo menos posible”, desafió Bertolino.