Para Stoller, hay que pensar las estrategias agronómicas como si fuera el plan de vida para un hijo: desde el nacimiento hasta la etapa reproductiva, pasando por la niñez y la adolescencia. |
Para Agustín Calderoni, Coordinador General del departamento técnico de Stoller, a la hora de plantear las estrategias agronómicas, una buena analogía es pensar como si la planta fuera un hijo al que, desde que nace y durante todo su ciclo de vida, se lo apoya con decisiones para que tenga el mejor desarrollo posible.
“Uno se prepara para que, cuando su hijo nazca, esté todo en orden. No te permitís equivocarte. Y cuando llega la niñez, no es solo darle de comer y cuidarlo que no se golpee. Con los cultivos sucede lo mismo: hay que asegurar que tenga un buen desarrollo desde el nacimiento”, señaló Calderoni. En su niñez, por ejemplo, las personas desarrollan su sistema neurológico; en las plantas, los primeros estadios son los ideales para prepararla para que tome “decisiones inteligentes”. “Con las estrategias que uno lleve adelante, por ejemplo, se puede lograr que la planta sea más eficiente en el transporte de azúcares y en el uso de nutrientes, y también en que, con la misma cantidad de agua en el suelo, pueda ser más hábil para transformarla en una mayor cantidad de kilos”, agregó. Ya en la adolescencia, el objetivo es “dirigir” la energía de la planta para que logre un salto cualitativo y cuantitativo de productividad. Esto se potencia al momento de la etapa reproductiva, cuando el plan es que el cultivo produzca la mayor cantidad de frutos posibles, lo cual puede verse afectado por situaciones ambientales que provocan estrés: las aplicaciones exógenas de productos fisiológicos pueden ayudar a que enfrenten este escenario de la mejor manera posible. “Lo que hay que entender es que nosotros vamos construyendo el rendimiento durante todo el ciclo de vida del cultivo. Los acompañamientos de nutrientes y fisiológicos, por ejemplo, ayudan al cuaje de la floración y eso repercute en un incremento de la cantidad y calidad de los granos. Pero hay que comprender que son estrategias integrales, no hay una bala de plata que solucione todo”, repasó Calderoni. Portfolio Según el representante de Stoller, la paleta de productos que ofrece la compañía para acompañar y fortalecer el desarrollo de los cultivos cubre cuatro ejes básicos: uno nutricional (fertilizantes), uno fisiológico (hormonas o inductores de crecimiento), uno biológico (inoculantes) y uno defensivo (antiestrés). En el inicio de la campaña, es muy importante un nacimiento potente. Para lograrlo en la soja, la recomendación es un tratamiento de la semilla con el bioestimulante Stimulate, en una dosis de 250 centímetros cúbicos cada 100 kilos de semilla, que tiene como principal acción beneficiosa un mayor volumen radicular y una mejor nodulación, no solamente en términos de cantidad de nódulos, sino en su posición y eficiencia. En maíz, la sugerencia es similar, pero con el uso del fertilizante Nutrimins, en una dosis de 400 centímetros cúbicos cada 25 kilos. “Aumenta la uniformidad de emergencia, el desarrollo inicial de la raíz y colabora con un tallo más grueso. Los ensayos que hemos realizado muestran que, solo con el uso de este producto, se alcanza un plus de entre 400 y 500 kilos de rendimiento”, precisó Calderoni. Y continuó con la analogía: “Este tratamiento alcanza para el nacimiento y niñez de la planta, para que le ayudemos a definir su sistema de inteligencia. Llegada la adolescencia, ¿qué necesita un adolescente? Comer mucho. En ambos cultivos, tenemos que pensar tanto en macro como micronutrientes, que aumenten la eficiencia en la fotosíntesis y el desarrollo de masa radicular y vegetativa”. En soja, Calderoni propuso Stimulate y el fertilizante foliar Mastermins Plus, con la planta entre V4 y V5. En maíz, Stimulate más Starter Plus, en el mismo estadio. Por último, con el maíz en V8 y V9, el asesor de Stoller afirmó que se logran excelentes resultados en materia de rindes con Nitroplus 18, un fertilizante foliar que tiene una eficiencia de uso de nitrógeno del 100 por ciento, lo que significa una mejora operativa ya que con esa tasa de éxito termina siendo más económico que aplicar una urea. Para la soja, lo ideal es cerrar el tratamiento al final del ciclo con Sett. “La soja tiene normalmente un aborto del 80 por ciento de las flores. Sett tiene una combinación de calcio, boro y otros cofactores de crecimiento que permiten incrementar el porcentaje de cuaje. La aplicación se hace entre R2 o inicio de R3 y puede combinarse perfectamente con fungicidas”, concluyó Calderoni. |